jueves, 20 de agosto de 2009

Aneto 3404 metros, techo de los Pirineos.











Trás finalizar el barranco en Aínsa, tomamos la carretera de Benasque. Dejamos el coche en el aparcamiento de Llanos del Hospital y esperamos el autobús que nos llevaría a la Besurta (por el camino es fácil ver marmotas). Desde allí al Refugio de la Renclusa se tarda 40 minutos andando. Llegamos casi de noche. Dos burros nos dieron la bienvenida. Todo el mundo había cenado y se disponía a dormir. Fuimos los últimos en acostarnos. A las 4:30 se levantaron los más madrugadores y a las 5:00 nosotros. Desayunamos y salimos con los frontales. El cielo despejado rebosaba de estrellas, brillando en todo su esplendor. Nos acoplamos a un grupo de tres chicos, uno de ellos hacía de guía, era su segundo Aneto. El camino es totalmente indefinido, no existe sendero, solo hitos por doquier, cualquiera de ellos es bueno para seguir adelante. Vamos progresando por caos de piedras a oscuras. Echando la mirada atrás vemos una peregrinación de "luciérnagas" que nos sigue. A las 6:45 despunta el alba. El sol ilumina las laderas. Las vistas son espectaculares. Cruzamos el Portillón Superior y bajamos hasta el mar de rocas. Solo grandes bloques. Hay que adecuar los pasos a la morfología del terreno. Nos separamos del grupo y aumentamos el ritmo. ¡ Por fin llegamos al glaciar ! Nos pertrechamos con los crampones y piolets. El hielo está muy duro pero permite un buen agarre. Otro tramo de roca y ya estamos en el mítico Paso de Mahoma, una corta trepada por una delgada arista. A ambos lados solo el vacío. Hay relativamente poca gente. Esperamos a que pasen dos franceses. Van encordados. ¡ Ya nos toca ! Hacemos cumbre. Una gran alegria nos invade. Hemos tardado 4 horas y media. La panorámica de los Pirineos es sobrecogedora. Nos hacemos fotos en la cruz y comienza la bajada. Trás el glaciar, la interminable extensión rocosa nos mina el ánimo y las fuerzas. Llegamos extenuados al refugio (los dos dias de barranquismo han hecho mella). Nos damos un baño en las gélidas aguas del deshielo y nos hace revivir un poquito. Tomamos algo de comer y bajamos hasta la Besurta donde esperamos al autobús de regreso al aparcamiento.




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