Por la mañana nos dirigimos a Chelva. El barranco Bercolón se presentaba dramáticamente seco. Aún así pudimos pegar unos cuantos saltos. En el último tramo del cañón, con un aporte extra de agua, la cosa cambió y, si no lo vimos en todo su esplendor, por lo menos volvió la idílica imagen de este barranco.
Por la tarde nos dirigimos al salto de Domeño, aliviadero del pantano de Loriguilla. El caudal era imponente. Cuanto más nos acercabamos, más brutal lo veíamos. Junto a la cascada, al aparcar el coche, el ruido del agua era ensordecedor. Nos pertrechamos, cruzamos el rio Turia y encaramos la ladera de la montaña. Una vez arriba, la riada era impresionante. Cruzamos al otro lado pensando que si la tirolina cedía ¡ eramos hombre muerto ! Tras un destrepe de 4 mts y un rápel de 10, tocaba empalmar las dos cuerdas de 60 mts y pasarla por el anclaje. A partir de ahí no había vuelta atrás. Lo que vimos nos hizo desistir. La fuerza del agua, al rebotar sobre una repisa nos hubiera zarandeado sin piedad. Subimos pués los 10 mts a pulso, volvimos a cruzar por la tirolina y, de vuelta nos acercamos a la base de la cascada. ¡ Simplemente bestial y maravillosa !
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